La
emigración es tan antigua como la misma humanidad. Los fenómenos migratorios
han acompañado siempre el desarrollo de nuestras sociedades en mayor o menor
medida, sobre todo en momentos de crisis económica. Tomar la decisión de hacer
las maletas y buscar nuevas oportunidades es una de las decisiones de mayor
profundidad psicológica que podemos tomar en nuestra vida.
Un
emigrante, altera su sistema de vida, un elemento fundamental, por
consiguiente, causa ruptura o discontinuidad en la unidad familiar, la cual resulta
crítica para una persona; por lo cual las personas jóvenes por ejemplo vienen a
vivir con otros familiares que desconocen sus costumbres en el ambiente previo
y que insisten en que se comporten conforme a las normas del ambiente receptor,
mas aun los familiares no necesariamente entienden el modo en que se expresan
los recién llegados, muchos migrantes no entienden sus dificultades cuando a
todos, maestros y estudiantes, amigos y extraños, mayores de edad e iguales los
llaman por igual, otros de los factores que se encuentran, que no va a llevar
una vida como la que llevaba en su país, como estar en la calle hasta altas
horas de la noche, vicios, etc.
En
este sentido, la migración altera el estilo de vida de una persona, de modo tal
que sus relaciones interpersonales y familiares, sentido de identidad y percepción
del ambiente físico-socia-cultural se entienden en formas diferentes; los
cambios sufridos a raíz de una mudanza pueden ser variados e impactar de
distintas maneras y en diferentes grados de magnitud a las personas envueltas; para
algunos migrantes es una experiencia negativa, para otros la única esperanza
estriba en regresar lo antes posible a su previo ambiente.
El
estudio de los procesos migratorios desde una perspectiva socio-psicológica
resulta imprescindible para comprender la complejidad y dimensión que tiene
para cualquier persona abandonar su país, su cultura, su modo de vida, sus
amigos, su familia y todo lo que fue significativo para ésta.
Entender la compleja trama de emociones y
sentimientos que se movilizan durante dicho proceso tiene un valor esencial
para poder saber cuáles son aquellos mecanismos necesarios que requieren las
personas inmigrantes para ajustarse a la nueva sociedad. Pero no sólo
adaptarse, sino también volver a crear nuevos sentimientos de pertenencia,
amigos, etc.; en definitiva, volver a sentirse feliz como lo era en su
país de origen.
Para
un inmigrante, es una situación de alto estrés prolongado puede tener
efectos muy negativos para la salud. El sentimiento de pérdida de identidad
se acentúa, el miedo al fracaso y la ansiedad nos pueden paralizar y
llevarnos a la depresión. Las expectativas que nos hicieron tomar el camino
de emigrar se ven cada vez más lejanas y nos aislamos de las personas de
nuestro entorno, haciendo cada vez más difícil que nos integremos a nuestra
nueva sociedad.
Cuando
una persona llega a un país nuevo tiene que intentar adaptarse rápidamente, en la
mente está la idea de que debemos encontrarnos en mejor situación de la que
estábamos en nuestro país de forma rápida, es precisamente esa búsqueda de un
futuro mejor la que nos ha movido a emigrar en primer lugar, así que cuando las
cosas no ocurren al ritmo que teníamos en nuestra cabeza y nos encontramos con
contratiempos inesperados el estrés nos golpea.
Entendemos
que abandonar el país no siempre se traduce en mejor calidad de vida, como
muchos creen, pues hay que pasar por periodos de adaptación previos para
recuperar parte del estilo de vida que se tenía en el lugar de origen, el cual
en muchos casos es idealizado; emigrar implica un tipo particular de pérdida, y
como toda pérdida tarde o temprano se desarrollará un proceso de duelo.
Al
mudarse la persona se ve expuesta a múltiples cambios en su vida, y como
sabemos todo cambio genera estrés, eso puede afectar nuestra psique. El
cambio cultural, la nostalgia, la soledad, la falta de identificación social,
la ansiedad y el estrés debilitan nuestro sistema inmunológico. No todas
las personas que emigran cuentan con apoyo familiar en el país receptor, no
tienen un plan certero sobre qué o cuándo comenzaran a realizar lo que desean,
lo que no ayuda a adaptarse fácilmente al nuevo ambiente.
Un
emigrante, crea choques culturales, hace comparaciones con su trabajo en el
país que abandonó, con su lugar de estudio, con su comida y hábitos, por ejemplo,
el emigrante escoges lugares, donde pueden adaptarse de acuerdo a los valores,
costumbres, idiomas y religión con la sociedad o país receptor.
Las
necesidades más importantes que desde el punto de vista socio-emocional no
se pueden resolver únicamente con un trabajo o una residencia estable, son
aquellas que están relacionadas con el bienestar y la salud mental. Es por
ello que algunas de estas necesidades, aún no suficientemente cubiertas,
requieren ser atendidas por el servicio de salud mental para la población
inmigrante.
Emigrar
no es una decisión sencilla, y como toda decisión requiere de mucha madurez;
sin embargo, los tiempos por lo que atraviesa nuestro país ha obligado a muchas
personas a irse de manera apresurada. Es necesario entender los riesgos que
esto implica, conocer los aspectos que puedan disminuir el riesgo de acarrearte
problemas emocionales.