Estimados lectores, quienes siguen día a día sobre
los temas, en esta ocasión, vamos a conversar sobre el estrés térmico, un
factor importante, por los cambios de clima que enfrenta el mundo, y es una
sensación de malestar que se experimenta cuando la permanencia en un ambiente
determinado exige esfuerzos desmesurados a los mecanismos de que dispone el
organismo para mantener la temperatura interna, mientras se efectúa el
intercambio de agua y demás sustancias del cuerpo.
El calor es un riesgo para la
seguridad y la salud en el trabajo, en líneas generales, el estrés térmico
tiene lugar cuando las temperaturas son superiores a 35 °C y se dan condiciones
de humedad elevada; el calor excesivo en el trabajo crea riesgos
profesionales para la salud; restringe las funciones y las capacidades
físicas del trabajador, así como su capacidad y productividad laboral. El agotamiento
por calor sucede cuando la temperatura del cuerpo supera los 39 °C y va
asociado a una reducción de la productividad, una mayor propensión a cometer
errores en la actividad laboral y un aumento del riesgo de lesiones por
accidentes en el lugar de trabajo.
La exposición a niveles de
calor excesivo puede propiciar una hipertermia, e incluso en ocasiones
conducir a un desenlace fatal. Afecta a los trabajadores de todos los
sectores, pero algunas profesiones padecen mayores riesgos porque entrañan más
esfuerzos físicos y/o se desarrollan en el exterior. Por regla general,
estas actividades se dan en los ámbitos de la agricultura, bienes y
servicios medioambientales (gestión de recursos naturales), la construcción, la
recolección de residuos, los trabajos de reparación de urgencia, el transporte,
el turismo y los deportes.
En cuanto
a los obreros que trabajan en el interior de fábricas y talleres corren riesgos
también si los niveles de temperatura no se regulan adecuadamente. Con niveles
de temperatura elevada que inducen fatiga psíquica, puede resultar difícil
incluso realizar tareas simples de oficina o de escritorio.
Los efectos del aumento de
temperaturas se manifiestan de muy distinta manera según la profesión y el
sector. Por ejemplo, los trabajos que entrañan esfuerzos físicos intensos o
actividades realizadas a la intemperie durante un tiempo prolongado están
especialmente expuestos a los crecientes niveles de calor. Es probable que los
trabajadores de la agricultura y la construcción sean los más perjudicados. En
1995, el sector agrícola registró por sí solo el 83 por ciento de las horas de
trabajo perdidas a nivel mundial debido al estrés térmico y se prevé que será
del 60 por ciento en 2030. Si la temperatura no cesa de aumentar, algunas zonas
agrícolas dejarán de ser productivas y muchos trabajadores se verán desplazados
a otros sectores. Aunque el sector de la construcción solo representaba el 6
por ciento del total de horas de trabajo perdidas por estrés térmico en 1995,
cabe suponer que este porcentaje aumentará hasta un 19 por ciento en 2030.
Resulta llamativo que la mayoría de las horas de trabajo perdidas a causa del
calentamiento global en América del Norte, Europa Occidental, Europa
Septentrional y Europa Meridional, y en los Estados Árabes se concentren en el
sector de la construcción habrá que realizar esfuerzos para mejorar la
capacidad de adaptación de los trabajadores al aumento de las temperaturas.
La OIT, considera que los
gobiernos son determinantes para crear un entorno normativo e institucional que
facilite el cambio de comportamiento en el lugar de trabajo, no es menos
crucial el papel que desempeñan las organizaciones de empleadores y de
trabajadores a la hora de la aplicación efectiva de las medidas de adaptación.
Además de la aplicación de la normativa sobre seguridad y salud en el trabajo, es
preciso mejorar los sistemas de alerta temprana cuando se den fenómenos de
calor extremo y asegurarse de que la protección social cubra a la totalidad de
la población. Las normas internacionales del trabajo, como el Convenio sobre
seguridad y salud de los trabajadores, 1981 (núm. 155), pueden contribuir a
orientar a los gobiernos cuando estos elaboren políticas adaptadas a nivel
nacional con objeto de minimizar los riesgos asociados al estrés térmico.
Los gobiernos deben colaborar
con las organizaciones de trabajadores y de empleadores a través del diálogo
social con el fin de diseñar, aplicar y dar seguimiento a las políticas de
atenuación de efectos y adaptación a los mismos, como se recomendó en las
Directrices de política para una transición justa hacia economías y sociedades
ambientalmente sostenibles para todos (OIT, 2015). El diálogo social desempeña
un papel crucial en el fomento de las políticas nacionales, en particular de
las políticas sobre seguridad y salud en el trabajo. Con la ayuda de las
herramientas de diálogo social, como los convenios colectivos, los empleadores
y los trabajadores pueden concebir e implementar políticas para hacer frente al
estrés térmico que se ajusten a la medida de las necesidades y realidades
específicas de su lugar de trabajo.
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